"Need For Speed" la Pelicula: Supremo vengador, la pista es tu verdad

En su debut post Breaking Bad, Aaron “Jesse Pinkman” Paul protagoniza la adaptación del épico fichín fierrero. 

Por Hernán Panessi (NO/Pagina12)

Paul Walker no murió. Los puntos de contacto entre Need for Speed y Rápido y furioso, está claro, son unos cuantos: sonidos de motores imposibles, millones de caballos de fuerza que empujan carrocerías nunca vistas, varones rústicos, chicas sexies, malos muy malos, rivalidades absurdas, carreras por aquí y por allá. No faltará el espectador que, ante tanta espectacularidad, exclame “¡fuaaa!” o “¡wooou!”, pero por favor –por favor–, pase lo que pase, no pedirles a estas películas un verosímil. No lo tienen y tampoco tienen por qué: es cine de carreras, se terminó.

Entre tanto ruido de caños de escape, una pregunta emerge después de tamaño golpe de efecto: ¿Hay vida después de Breaking Bad? Es que la (nueva) cara más famosa de la humanidad, la de Aaron “Jesse Pinkman” Paul, protagoniza esta fábula veloz inspirada en el gran fichín personificando a un Steve Mc Queen con campera de Drive en la que habla poco y hace mucho. Y sale airoso de todo, todo, todo. Hasta de cargar nafta en movimiento.

En su momento, Paul pasó por la entonces famosa serie Melrose Place y creyó que tenía su futuro resuelto. Su devenir no fue por ahí: luego de esa experiencia, estuvo seis meses desempleado. Naturalmente, no sucedió lo mismo luego de su boom catódico a nivel mundial. Finalizada Breaking Bad, no estuvo ni cinco minutos sin trabajar. Ring, ring, el teléfono. Era Steven Spielberg ofreciéndole el protagónico de Need for Speed. Y por acá, con esta jeta conocida ocupando el primer lugar de todos los posters y afiches, anda la respuesta de Disney (y, por extensión, de la canadiense Electronic Arts, casa matriz de la saga de videojuegos de carrera) a esa leyenda popera y anabólica que es Rápido y furioso. El link es directo.

Parecen naves, son autos. Tres GTA Spano –googlear para creer– se lanzan en una carrera a campo traviesa. Su velocidad va de 0 a 100 Km/h en 2,9 segundos. Hay llantas, alerones, gustito a tuning, autos que parecen naves y cuyo uso está prohibido en autopistas. Pasan, sin solución de continuidad, al resto de los bólidos –que no son competidores, son obstáculos en movimiento– como si allí no hubiera nada más que un montón de kilos de chatarra. Dos chocan, uno explota por el aire. La escena –crucial– pertenece a la película, pero bien podría ser de cualquiera de sus más de veinte versiones en fichín. O de cualquier Rápido y furioso. Aunque a decir verdad, Rápido y furioso era como Need for Speed en cine.

La saga de videojuegos del Need for Speed –que data de 1994 y estrena su mejor versión, NFS: Rivals, para PlayStation 4, Xbox One y PC– es conocida por sus persecuciones policíacas y sus carreras clandestinas. Y ahora, en cines, entroniza su efecto vertiginoso en los músculos de un par de muchachos rudos y en anatómicos fierros que vuelan por el aire. El olor al videojuego es fuerte en todos los fotogramas: mientras la sirena de la policía se hace presente, estos autos, literalmente, vuelan. La caricatura de Rápido y furioso convive sin mayores problemas con la de Need for Speed: historias gomosas pero no por eso menos entretenidas.

En la ficción, Tobey (Aaron Paul) es un piloto callejero y mecánico especializado en muscle cars –la gema es el Ford Mustang Shelby GT 500, más sexy que cualquier culo Reef, Jennifer López, David Beckham o todo XVideos juntos– que termina condenado a la cárcel por un crimen que no cometió. Al salir tendrá un solo deseo: ajustar cuentas con el responsable de su injusto encarcelamiento. Así, se lanzará a una carrera por todo el país buscando venganza, pero también redención.

Está claro que, por un tiempo, cada vez Aaron Paul aparezca en escena, se reflejarán los rasgos del narco bueno –es un decir– Jesse Pinkman. Sin embargo, Paul tiene una nueva responsabilidad. ¿Cuál? La de despegarse de otra figura que no es la suya pero que, en parte, se inspira, pispea, emula. Y el vientre de ballena de la cultura pop guarda un secreto bajo su triperío viscoso: Paul Walker no murió, vive ahora en Aaron Paul ¿Walker?

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